EEUU resultará todavía más importante

  • En los próximos días asistiremos a citas de gran importancia con los datos preliminares de los PIB del 2tr20 en las principales economías europeas y EEUU, pero también con referencias de calado desde la perspectiva de los indicadores adelantados y de consumo en un contexto presidido por las negociaciones entre republicanos y demócratas para sacar adelante nuevos estímulos en EEUU, la continuidad de la temporada de resultados empresariales y un nuevo encuentro de política monetaria de la Reserva Federal. Todo ello mientras continuaremos asistiendo a noticias de distinta índole relacionadas con el COVID-19 y al ruido emanado del choque entre EEUU y China.
  • En nuestra opinión, más relevantes que las tensiones entre las dos primeras potencias mundiales, lo son indicadores tales como los PMI que conocíamos el pasado viernes y que apuntaban una recuperación más sólida de lo esperado en Europa y su freno en EEUU como consecuencia del resurgir del COVID-19. En la práctica, aunque estimamos que los PMIs acabarán moderando en el Viejo Continente durante el verano, los datos de julio daban escaso margen para los matices prudentes ya que los valores de 54,8 del PMI compuesto de la UEM no se veían desde junio de 2018. De hecho, el único pero de los PMI estriba en que la componente de empleo mejora, pero su recuperación todavía se encuentra bastante rezagada respecto a otras partidas como los pedidos y la actividad.
  • Por el contrario, los PMI en EEUU daban noticias algo peores en julio ya que, aunque su comportamiento en promedio venía a converger con nuestras expectativas al repuntar el índice compuesto hasta situarse en 50,0, en promedio las cifras eran algo peores de lo descontado por el mercado. A la postre, lo importante era que el ritmo de mejora del PMI manufacturero (51,3) y de servicios (49,6) perdía fuerza en EEUU y esto implicaría que la recuperación económica habría empezado a moderar en la parte final de julio y que esta situación se mantendría a corto plazo.
  • En el caso de indicadores como los PMI, debemos recordar que tan importantes como sus niveles son las tendencias y la intensidad de los cambios de sus cifras y, en EEUU, esto último apuntaba a un concepto que no gusta al mercado: la estabilización de la recuperación durante el 3tr19. Una circunstancia que era avalada por el comportamiento de las órdenes, pues su fortaleza en el ámbito manufacturero (el mejor dato desde enero) contrastaba con su deterioro mucho mayor en los servicios. Así, la cuestión es que la economía de EEUU se sustenta en el sector terciario y, de hecho, la actividad manufacturera sólo representaba cerca de un 11% del PIB en el 1tr20.
  • La anterior realidad, combinada con el deterioro de las peticiones desempleo en EEUU desde 1,3 millones en la semana del 11 de julio hasta 1,42 millones en la relativa al 18 de julio, viene a incidir en el concepto de estabilización de la recuperación que acabará por atragantarse en el mercado. Éste es el concepto realmente importante cuando, por ejemplo, el Nasdaq repunta un 15,5% en el año y el S&P500 sólo se deja un -0,47% en 2020, implicando que el primero se mueve en territorio de máximos históricos y el segundo sólo se sitúa un 5% por debajo de dichos máximos, justo en un año en el que vamos a vivir la mayor recesión de EEUU desde el año 1946. En aquel entonces, después de acabar la Segunda Guerra Mundial, la contracción del PIB estadounidense ascendió al -11,6% y, en 2020, el consenso de Bloomberg apunta un desplome del -5,5% y organismos como la Fed esperan una caída del -6,5%, mientras que el FMI la situaba en el -6,6% en la revisión que publicaba de la economía estadounidense el pasado 17 de julio.
  • Ante las cifras expuestas y dada la recuperación observada en las bolsas de EEUU, resulta esperable que gane fuerza la prudencia en ciertos ámbitos como la renta variable estadounidense, sobre todo, cuando nos encontramos en un periodo traicionero como el veraniego debido a la caída de la liquidez en los mercados. El trasfondo expuesto lleva a que cuestiones como el choque entre EEUU y China se convierta en una excusa sofisticada para dar cobertura a una lógica cautela en los mercados. La lucha entre ambos países por el liderazgo mundial es evidente, pero este choque distará de ser una “Guerra Fría” como la vivida entre EEUU y la URSS. En esta línea, debe tenerse presente lo que apuntábamos en nuestro informe del viernes, en esta ocasión, no se confrontan dos modelos económicos y, además, chinos y estadounidenses mantienen importantes lazos económicos, lo cual no ocurrió con los soviéticos.
  • Los chinos necesitan a los consumidores estadunidenses, mientras que los estadounidenses siguen dependiendo, en gran medida, de los productores chinos en su día a día. De hecho, en un año de plena crisis comercial entre EEUU y China y de fuerte caída de los intercambios entre ambos países, como fue 2019, los estadounidenses importaron 451.651 mill. $ en productos chinos. Ante estas cifras, se antoja complicado encontrar rápidamente proveedores alternativos y, menos, sin subir los precios de los productos consumidos. Por lo tanto, el choque entre estadounidenses y chinos debe tenerse en cuenta en su justa medida, sobre todo, cuando cabe subrayar que se ha instalado en lo político y diplomático. En el momento actual, el castigo económico no es un objetivo en sí y cuando se dan daños en este ámbito pueden calificarse de colaterales.
  • No obstante, la cercanía de las elecciones presidenciales de noviembre en EEUU, ya estamos a menos de 100 días para la cita, seguirá enturbiando las relaciones sino-estadounidenses. A cambio, la misma cita electoral será el factor decisivo para precipitar un acuerdo en relación al cuarto paquete de medidas de apoyo económico en EEUU. Ahora bien, la cuestión es si éste llegará antes del viernes 31 de julio, cuando expirarán los pagos adicionales por desempleo que ascienden a 600 $ semanales. En este punto, se impone el reconocimiento de las complejidades de la política estadounidense, donde son habituales los acuerdos de última hora e, incluso, su consecución después de la fecha límite, tal y como ha ocurrido, por ejemplo, con las cuestiones relacionadas con el techo de la deuda. Así que debe tenerse presente la posibilidad de que no se alcance un acuerdo, ni parcial, antes del viernes.
  • La anterior realidad, reforzada por el hecho de que los políticos estadounidenses se encuentran en plena campaña electoral, hace que apuntar a una fecha u otra para el acuerdo se torne difícil. De momento, la realidad es que resulta complicado que dicho acuerdo llegue antes del próximo viernes 31 de julio, sobre todo, porque los republicanos presentarán hoy su contraoferta de 1 billón $ frente al plan de 3 billones $ de los demócratas, tal y como confirmaban el domingo desde la Casa Blanca. Por lo tanto, el periodo de negociación se antoja demasiado ajustado para asistir a un acuerdo antes del viernes y debemos trabajar con otra fecha límite: el 10 de agosto. Entremedias, no cabe descartar algún parche como una breve prórroga de los subsidios primados por desempleo, aunque esta opción no guste a los demócratas y tampoco a algunos republicanos. A la postre, ninguno de los dos bandos querrá aparecer como el “malo de la película” ante los 16,2 millones de estadounidenses y sus familias que recibían prestaciones de desempleo en la semana del 18 de julio; cifra que asciende a casi 30 millones si incluimos las prestaciones derivadas de las medidas especiales por la pandemia.
  • En los mercados, tan importante como el fondo son las formas y en esta segunda categoría se enclavan las fechas en las que saldrá adelante el acuerdo entre demócratas y republicanos, lo cual tendrá más peso que cualquier choque adicional entre EEUU y China. No obstante, en IM creemos que lo decisivo es el fondo y, en este sentido, descontamos que acabará por darse un cuarto paquete de medidas de apoyo y que superará la cifra de 1 billón $ que incomoda a los republicanos. Un paquete que contará con otro cheque directo a los ciudadanos (seguramente 1.200$ por estadounidense), la prórroga de las prestaciones primadas por desempleo, aunque situándolas por debajo de 600$ semanales pero extendiéndolas hasta diciembre, y el refuerzo del apoyo a las pequeñas empresas.
  • Desgraciadamente, podemos dar casi por hecho que las anteriores medidas no llegarán esta semana, aunque será cuestión de tiempo que acaben por tomar forma ya que los republicanos necesitan relanzar la economía para tener opciones en las elecciones de noviembre en las que también se renovará el Congreso y parte del Senado, además de la presidencia de EEUU. De momento, el candidato demócrata a la presidencia estadounidense, Joe Biden, encabeza con cierta holgura las encuestas de intención de voto y una de las claves de su éxito radicaría en los apoyos que recaba entre los votantes indecisos o que se declaran independientes.
  • Entre los votantes indecisos e independientes, de acuerdo con la última encuesta de Reuters/Ipsos, en un 34% de los casos dan gran importancia “a los planes robustos para ayudar a la recuperación nacional” a la hora de decidir el candidato a la presidencia de EEUU al que respaldarán. Por lo tanto, los republicanos tienen claros incentivos para apoyar un cuarto paquete de medidas de estímulo y que, además, sea percibido como ambicioso, dado que el apoyo de los indecisos y los votantes que se declaran como independientes resultará más importante que nunca para hacerse con la victoria en unas elecciones presidenciales que, seguramente, acabarán siendo más reñidas de lo percibido actualmente. Así que los republicanos tendrán importantes motivos para desbloquear la articulación de nuevos estímulos en EEUU.
  • De momento, la citada encuesta de Reuters/Ipsos otorgaba una ventaja de 8 puntos al demócrata Joe Biden frente a Trump entre los votantes registrados, asignando un 46% de los votos al primero frente al 38% del segundo y quedando un 16% de indecisos, partidarios de un tercer candidato o abstencionistas. A la postre, el último 16% será clave para dirimir el ganador y, en 2016, la victoria de Trump se cimentó sobre quienes decidieron el sentido de su voto en la última semana. No obstante, en 2020, esta situación puede cambiar ya que, actualmente, si los que se enclavan en el citado 16% tuvieran que elegir, el 61% se decantaría por Biden, al tiempo que el 70% desaprueba la gestión de Trump y considera que EEUU camina en la dirección equivocada.
  • A la sombra de las anteriores cifras, se especula con Biden pueda ganar incluso en estados típicamente republicanos como Arizona o Tejas. No obstante, el gran problema de las próximas elecciones no emana tanto en sí de la victoria de un candidato u otro, sino del hecho de que no se descarta un bloqueo al estilo del ocurrido en las presidenciales del año 2000 a las que concurrieron George W. Bush y Al Gore. En este sentido, los demócratas ya estarían preparando una estrategia legal ante la posibilidad de que tuvieran que acudir a los tribunales y luchar por sus intereses.
  • En definitiva, las elecciones del próximo noviembre marcarán de forma decisiva el escenario en los próximos meses, también desde la perspectiva económica y de los mercados ya que condicionarán los tiempos y la forma de los estímulos en EEUU y otras cuestiones como el posicionamiento de Trump hacia China. Una realidad que no quiere restar importancia a los datos macroeconómicos y, de hecho, estos acapararán mayor interés de lo normal en los próximos días ya que, desde la perspectiva estadounidense arrojarán una interesante mezcla entre referencias que nos permitirán conocer el desplome real de la actividad en el 2tr20 y otras que nos adelantarán el comportamiento económico en el corto plazo.
  • Respecto al desempeño de la economía en el pasado cercano, el gran indicador será el PIB estadounidense del 2tr20 que se conocerá el próximo jueves y que irá acompañado de la revisión de sus series, lo cual complica un poco más el hecho de realizar unas previsiones certeras. A la postre, dado lo excepcional del escenario, la información que queda por conocerse de junio puede marcar una importante diferencia en las cifras de PIB del pasado trimestre. Ante esta realidad, la clave radica en que el dato no empeore la estimación de consenso acorde con un desplome de la actividad en EEUU del -35,0% trim. a. en el 2tr20, debiendo tener en cuenta que las previsiones se mueven entre un máximo del -26,2% trim. a. y un mínimo del -40% trim. a.
  • En nuestra opinión, la reactivación del consumo que ha resultado algo más temprana e intensa de lo que esperábamos en EEUU, como era corroborado por los datos de ventas minoristas de mayo y junio, dará forma a una caída del PIB estadounidense en el rango bajo de la horquilla de previsión y que situamos en el -32,5% trim. a. No obstante, cabe insistir en el hecho de que, en esta ocasión, las previsiones están sometidas a un elevado margen de error y será suficiente con que el PIB no dé lugar a sorpresas negativas de importancia.
  • Los datos de PIB de EEUU restarán interés a la otra gran referencia que nos informará del comportamiento de la economía estadounidense en el pasado cercano, como es el gasto personal de junio que esperamos repunte cerca de un 6,0% m. A la postre, las estadísticas de contabilidad nacional permitirán inferir esta cifra, lo cual hará que el próximo viernes resulten más interesantes los datos que acompañarán a dicho indicador en forma de ingreso personal y PCE subyacente. Respecto al primero, la progresiva reincorporación a sus puestos de trabajo por parte de los estadounidenses con menores remuneraciones, en ámbitos más vinculados con el trato directo con los clientes, explicará un efecto composición desfavorable, dando lugar a un nueva caída que, no obstante, se reducirá al -0,2% m. en junio. Un dato que convivirá con la estabilidad en el 1,0% a. del índice de precios PCE subyacente, gracias a que la progresiva reactivación de la demanda durante el mes de junio restó presión a los precios.
  • A las referencias del pasado cercano, se sumarán en EEUU las vinculadas con el mercado residencial y éstas volverán a ser netamente positivas como ocurría la semana pasada. De hecho, el pasado viernes, las ventas de viviendas nuevas se situaban en junio en 776.000 en términos anualizados y superaban el rango alto de las estimaciones de Bloomberg, acorde con una cifra de 765.000. Un repunte que venía acompañado de un incremento del 5,6% a. de la mediana de precios hasta 329.200 $.
  • Las ventas de viviendas nuevas en EEUU registraban su mejor valor desde julio de 2007 y venían explicadas por las favorables condiciones de financiación existentes, pero también por el hecho de que la situación vivida y el avance del teletrabajo ha alimentado la demanda de viviendas más espaciosas en el extrarradio de las ciudades. Todo ello en un contexto en el que la crisis se ha cebado con las personas de rentas más bajas, las cuales resulta menos probable que se conviertan en propietarias de una vivienda. Una realidad que explica la resistencia del mercado residencial en EEUU y que, en los próximos días, será recordada por otro incremento del índice de precios de la vivienda Case-Shiller (+4,10% a. en mayo) y el nuevo avance del índice de pre-ventas de viviendas en junio, el cual el mercado lo sitúa en el 14,5% m. Otra cuestión diferente es el futuro cercano para el sector residencial estadounidense, pues el resurgir del COVID-19 hará que sus cifras se tornen menos favorables en el futuro cercano.
  • Respecto al futuro cercano, esta semana conoceremos indicadores adelantados de gran relevancia en EEUU y éstos arrojarán una doble realidad ya que, por un lado, los relativos a la industria apuntarán el mantenimiento de la inercia positiva y, por otro, los vinculados a los consumidores revelarán el freno del impulso de su gasto. En este segundo capítulo, cabe destacar la confianza del consumidor del Conference Board en la jornada de mañana y su homóloga de la Universidad de Michigan el viernes. En ambos casos, asistiremos a cifras de julio que se verán afectadas por la desconfianza y los mayores condicionantes a la actividad emanados del resurgir del COVID-19 en EEUU. De hecho, el índice de la Universidad de Michigan, en su estimación preliminar, ya pasó de valores de 78,1 en junio a cifras de 73,2 en julio y no se puede descartar datos algo peores, esperándose valores de 72,8 en un contexto de estabilización de la recuperación que pasa factura al empleo. Una realidad de la que no escapará el índice de confianza elaborado por el Conference Board, el cual estimamos se deteriore hasta 96,0 en julio frente a las cifras de 98,1 en junio, si bien estos valores supondrán mejorar lo estimado por el consenso de mercado.
  • Por el contrario, los indicadores empresariales se mostrarán más robustos en EEUU ya que mostrarán cifras inminentemente ligadas con el sector manufacturero y éste, en línea con lo observado en los PMIs, se está mostrando más resistente frente a las distorsiones causadas por el COVID-19 en el corto plazo. De hecho, en el caso del PMI manufacturero, las órdenes se situaban en máximos no vistos desde enero y esta circunstancia esperamos que se vea reflejada hoy en unos pedidos de bienes duraderos que crecerán un 8,0% m. en julio, superando el consenso de mercado y dando continuidad a sus avances del 15,7% m. de junio. Una cifra que se verá complementada por la mejora del índice manufacturero de Richmond hasta valores de 5 en julio y su homólogo de Chicago, también de julio, escalando casi 6 puntos hasta 42,5.
  • En medio de estas cifras y el resurgir del COVI-19, el próximo miércoles llegará una nueva reunión de política monetaria de la Reserva Federal de la que no debemos esperar grandes acciones, pero sí algunos gestos de relevancia. En primer lugar, el refuerzo del tono prudente de Powell y sus compañeros ante la estabilización e, incluso, ligero empeoramiento de algunos indicadores de alta frecuencia en EEUU como consecuencia del resurgir del coronavirus. Una situación que obligará a la Fed a dar mayor certidumbre respecto a sus próximos pasos, precipitando el lanzamiento de una guía de largo plazo.
  • La anterior cuestión y la posibilidad de plantear el control de la curva ya han sido tratadas en la entidad, si bien el segundo punto se antoja más complicado y será objeto de mayores análisis, a pesar de especularse con que la meta no sería el control del 10 años, sino de un tramo más corto acorde con la referencia de 2-3 años. Así que la reedición de la guía de largo plazo es la opción que gana más posibilidades y que podría tomar forma tan pronto como el próximo miércoles, una vez que la Fed ya ha frenado sus operativa de compra de activos y su balance sufre la caída en picado de la demanda de liquidez en sus operaciones REPO y la menor utilización de los swap en divisas que mantiene con otros bancos centrales. De hecho, el balance de la Reserva Federal se situaba en 7.013 mm. $ el pasado día 22 de julio, cuando el 10 de junio alcanzó 7.218 mm. $.
  • En el momento actual, la Reserva Federal sólo está comprando 80 mm. $ al mes de treasuries y 40 mm. $ en titulizaciones hipotecarias de las agencias estadounidenses; cifras muy por debajo de los máximos de mediados de marzo. Por lo tanto, dado el trasfondo expuesto, además de los riesgos emanados del resurgir del COVID-19 y el ruido que generarán las negociaciones de un nuevo paquete de estímulos en EEUU, parece un buen momento para que la Fed lance una guía de largo plazo. Una guía que esperamos ate la evolución de los tipos en EEUU al desempeño de los indicadores macroeconómicos, apuntando claramente que no deben esperarse incrementos hasta que la economía no haya recuperado los niveles pre-crisis. En la práctica, esto será interpretado como estabilidad de tipos hasta comienzos de 2023, lo cual ya lo estarían recogiendo claramente activos como los treasuries.
  • Mientras tanto, la Fed seguirá ajustando sus programas a medida que detecte ámbitos de mejora, tal y como ocurría la semana pasada cuando abría los vinculados con las titulizaciones (TALF), el papel comercial (CPFF) y el crédito corporativo (SMCCF) a brókeres con un capital regulatorio mínimo de 1 millón $, además de experiencia probada en los instrumentos citados.
  • En definitiva, asistiremos a una semana donde habrá que seguir muy de cerca la actualidad en EEUU, dado que convivirá la negociación de nuevos estímulos gubernamentales con datos de calado, cuestiones políticas con una importancia al alza y datos clave en forma de PIB e indicadores adelantados. De forma que la guía de largo plazo de la Fed casi será lo de menos, pues se encontraría en gran parte descontada.

Intermoney Análisis y Estudios.
Autores: Francisco Vidal, Gabriel Marquès, Mariano Valderrama.

Contacta con nosotros

¿Alguna duda? Nosotros te ayudamos.

Contactar No volver a mostrar