Semana clave

En nuestro informe semanal, además de la situación de mercado, planteábamos hasta qué punto los inversores podrían estar sobrerreaccionando en el contexto actual, sobre todo, cuando se dan noticias esperanzadoras sobre la contención de la enfermedad en China e informaciones de tratamientos exitosos como, por ejemplo, ocurría en España.

Todo ello, mientras que la apuesta por los estímulos es clara en China y en otras muchas naciones asiáticas, pudiendo verse reforzados por los presupuestos pro-gasto del Reino Unido y la puesta en valor del margen fiscal de Alemania.

El PMI manufacturero chino se desplomaba hasta 35,7 en febrero y se situaba en mínimos históricos, incluso, empeorando las cifras de 38,8 de noviembre de 2008. Unas cifras que eran fruto de la fortísima caída de las órdenes para la exportación, golpeadas por los retrasos y las cancelaciones, y el propio contexto todavía desafiante para el desempeño de la actividad empresarial. De la misma forma, el PMI de servicios se desplomaba hasta 29,6. Luego, en conjunto, estábamos ante unas cifras bastante peores de lo esperado que llevarán a los inversores a plantearse si el deterioro de la actividad en China no podría ser bastante peor de lo previsto en los primeros meses de 2020. Una circunstancia que pesará en los mercados, si bien el PMI manufacturero de Markit daba un respiro en la madrugada del lunes ya que se situaba en 40,3 frente a los 46,0 esperados, pero su desplome era bastante menor que el registrado por el PMI oficial.

Los temores seguirían imponiéndose en el corto plazo, asistiendo a un escenario en el que, posiblemente, las notas positivas sean relativizadas y se ponga el acento en lo negativo, debiendo abstraernos de esta situación que puede llevarnos a perder la perspectiva. Un buen ejemplo de ello eran los datos estadounidenses del viernes que atesoraban algunos puntos grises, pero también fortalezas que diluían la importancia de los primeros.

Cuestiones como la evolución de los precios en EEUU serán algo secundario para los inversores a la hora de analizar las comparecencias de los miembros de la Fed en los próximos días. Las alusiones al coronavirus y las posibilidades de que sus consecuencias acaben obligando a una bajada de los tipos estadounidenses serán casi lo único que importe a los inversores de estas intervenciones. Sin embargo, no esperamos que nadie se aparte del discurso oficial acorde con que se vigilará de cerca la situación y se actuará si es necesario, aunque actualmente la salud de la economía de EEUU no demandaría ningún ajuste de los tipos. Un buen ejemplo de este posicionamiento eran las últimas palabras del presidente de la Fed de St. Louis, James Bullard, quien apuntaba que “es posible que se produzcan nuevos recortes en las tasas de política, si en realidad se desarrolla una pandemia global con efectos en la salud (…) pero éste no sería el caso de referencia en el momento actual”.

Junto a los datos de empleo y las declaraciones en la órbita de la Reserva Federal, la otra gran referencia de la semana en EEUU serán los ISM de febrero como consecuencia del escenario global y, especialmente, las sorpresas a la baja de los PMI hace poco más de una semana. El PMI de servicios cedió desde 53,4 en enero hasta 49,4 en febrero y su homólogo manufacturero se situó en 50,8, despertando ciertas inquietudes en EEUU. Empero, la muestra de estas encuestas nos genera ciertas dudas en el caso estadounidense, considerando que la referencia clave son los ISM y, a este respecto, las expectativas del mercado son más positivas al ser acordes con descensos bastante limitados del índice manufacturero hasta 50,5 y de su homólogo de servicios hasta 55,0.

De confirmarse las anteriores expectativas, combinadas con la previsible solidez de los datos de mercado laboral y la confirmación del dato de órdenes de bienes duraderos de enero (0,9% m. excl. transportes), estaríamos ante la ratificación de la solidez de la economía de EEUU y esto debería llevar a replantearse la fortaleza de los temores actualmente existentes en los mercados. Unos temores que también han golpeado al petróleo que se sitúa en mínimos de un año y ha registrado la mayor caída semanal desde 2016, cediendo el Brent hasta 50,08 $/barril y el WTI hasta 45,25 $/barril. Luego, ante estos precios, los recortes de producción estarán muy presentes en el encuentro de la OPEP+ de esta semana, donde se especula que se planteará un recorte adicional y temporal de la producción de 1 millón de barriles diarios frente a los 600.000 barriles apuntados días atrás, llevando así la reducción del bombeo de crudo de estos países hasta 3,1 millones de barriles diarios; cifras no vistas desde 2008.

En Europa, a la sombra de las inquietudes globales, seguirá haciéndose presente que el euro se ve impactado por las estrategias de carry trade y esto implicará que, en momentos de mayor volatilidad en los mercados, seguiremos asistiendo al cierre de posiciones de riesgo y, a su vez, de su financiación en euros, jugando a favor de la revalorización de nuestra divisa. Una mala noticia para el BCE, dado que se pierde puntualmente una palanca para el estímulo del crecimiento y la inflación en la UEM aunque, en línea con nuestras inquietudes respecto a que los mercados podrían estar sobrerreaccionando, creemos que esta situación tendría fecha de caducidad.

De momento, los miembros de nuestro banco central seguirán más ocupados en relativizar el impacto de los últimos acontecimientos en la economía de la UEM que en las fluctuaciones del euro. Por ejemplo, el gobernador del Bundesbank, Jens Weidmann, señalaba que la situación actual “no requiere una acción de política monetaria” y, en una línea similar, se expresaba el representante lituano, Vitas Vasiliauskas, afirmando que en Frankfurt debería tomarse un “enfoque de esperar y ver”. El discurso pidiendo calma se adueñaba del BCE y también era encabezado por Lagarde, quien descartaba la necesidad de que nuestro banco central tenga que intervenir. En conjunto, tomaba forma un mensaje adecuado diluyendo la inquietud hacia el impacto de los últimos acontecimientos, pero que quizás no debe cerrar la puerta a potenciales acciones (siempre en caso de necesidad) para tranquilizar aún más los ánimos de los inversores.

En Alemania, el viernes, las cifras del mercado laboral describían un favorable punto de partida, pues los empleados aumentaban en 18.000 personas en enero, los parados descendían en 10.000 en febrero y el gran problema volvía a ser la escasez de mano de obra como era constatado por el aumento de las vacantes hasta 689.600, a pesar de las dificultades en la industria. De momento, el sector fabril germano aún afronta un complicado inicio de 2020, aunque sus órdenes se recuperarán en enero (1,0% m.) gracias a la vuelta a la normalidad de los pedidos destinados a la Eurozona que, en diciembre, se hundieron un -13,9% m.

Por su parte, las ventas minoristas alemanas registrarán un mejor desempeño en enero al repuntar un 1,2% m., permitiendo la recuperación de su tasa trimestral que se verá facilitada por la revisión al alza de sus datos de diciembre desde -3,3% m. hasta -2,0% m. En consecuencia, el resurgir de las mencionadas ventas minoristas en Alemania permitirá que el dato para el conjunto de la UEM avance un 0,4% m. en enero, sobreponiéndose a la caída del -1,1% m. del gasto en consumo de los franceses. Unas referencias de la Eurozona que se verán completadas con las cifras preliminares de inflación de febrero que reflejarán una mejora del IPC subyacente (1,3% a. incl. alcohol y tabaco) frente a la desaceleración del índice general (1,2% a.) debido al drenaje de la energía.

Por otra parte, el PIB de Italia de 2019 informará de un mediocre crecimiento del 0,2%, además de su retroceso del -0,3% trim. durante el 4tr19. Unas cifras que recordarán la elevada probabilidad de asistir a dos trimestres de caídas de la economía transalpina, dado su difícil punto de partida. Así, las referencias macroeconómicas provenientes de Italia no harán más que agrandar las preocupaciones que ya sobrevuelan el país con motivo de la propagación del coronavirus, dejando en el olvido cuestiones positivas como la estabilización del déficit público en el 2,2% del PIB durante el año pasado.

Todo ello, en una semana en la que tampoco pasarán inadvertidas las previsiones de la OCDE, pues serán las primeras en conocerse después de estallar la crisis del coronavirus y servirá para contrastar cuál puede ser su impacto real. Un impacto que será relativizado desde la institución al indicar el grado de incertidumbre todavía existente y, también, que probablemente sea pasajero.

Intermoney Análisis y Estudios.
Autores: Francisco Vidal, Gabriel Marquès, Mariano Valderrama.

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